¿Sirven para algo los curas?

LOS CURAS SIRVEN PARA SERVIR. Lo decía el padre a su hijo seminarista: como una escoba, hijo mío, como una escoba, siempre dispuesta a ser utilizada, pero sin esperar recompensa alguna; gastándose una vez y otra, pero sin esperar que la coloquen en una vitrina. Los curas han aprendido bien las palabras del Maestro: "Yo no he venido a ser servido, sino a servir" (Me 10, 44). Un cura que no sirve, no sirve.

LOS CURAS SIRVEN PARA PERDONAR. Antes que maestros y litúrgos son testigos de la misericordia divina. En un mundo violento y dividido, ellos son portadores del diálogo y del perdón. Están siempre ahí, como casa de acogida. Abren sus puertas cada día para escuchar confidencias, para quitar cargas, para devolver la alegría y la esperanza.

LOS CURAS SIRVEN PARA ILUMINAR. Son portadores de la palabra de Dios, que tratan de explicar y de vivir. Cuando nos cegamos con los espejismos y seducciones del mundo, ellos nos recuerdan las Bienaventuranzas. Cuando nos movemos a ras de tierra, ellos nos señalan el cielo. Cuando nos quedamos en la superficie de las cosas, ellos nos descubren la presencia de Dios en todo.

SIRVEN PARA INTERCEDER. El sacerdote prolonga la mediación de Jesucristo. Por eso es llamado pontífice, constructor de puentes entre el cielo y la tierra. Habla a Dios de los hombres y habla a los hombres de Dios. Decía San Juan de Avila: "Relicarios somos de Dios, casa de Dios y, a modo de decir, criadores de Dios... Esto, padres, es ser sacerdotes: que amansen a Dios cuando estuviera, ¡ay!, enojado con su pueblo; que tengan experiencia de que Dios oye sus oraciones y tengan tanta familiaridad con El".

SIRVEN PARA AMAR. Reservan su corazón para amar del todo a todos. Quieren ser para todos, amigos, padres y hermanos. Un amor liberado y agrandado. Un amor gratuito y oblativo, como antorcha que se va gastando poco a poco.

SIRVEN PARA HACER PRESENTE A JESUCRISTO. Todo sacerdote está llamado a ser otro Cristo. El sacerdote está para repetir las palabras y los gestos de Jesús, para continuar sus pasos y desvelar su presencia, para prolongar y actualizar su amor generoso. Y esto a dos niveles: el sacramental y el de la vida.

SIRVEN PARA SER EL ALMA DEL MUNDO. En un mundo sin espíritu, ellos son el alma, la luz, la sal y el perfume. Sin el sacerdote todo sería un poco más feo y oscuro. "Sacerdote no es el que se limita a hacer cosas, sino a hacer santos". (G. Rovirosa). Es verdad que, en cierta medida, a todo cristiano se le puede aplicar cuanto llevamos dicho, pero el sacerdote tiene vivencias y urgencias especiales. Gracias, hermanos sacerdotes, por vuestra "inútil" luminosidad.

Manda Señor, sacerdotes, esos hombres tan raros que sólo sirven para servir.

¿Quién es realmente un sacerdote? ¿Qué lo define? ¿Para qué vive?

Primero debemos decir que el sacerdote es un hombre que se siente profundamente hermano de los suyos y vive diariamente la realidad fraterna, compartiendo las alegrías, las penas y las esperanzas de los hombres, sus hermanos. Con ellos y por ellos vive cada día.

El sacerdote también es un hombre.

¿Cuál es el tesoro del sacerdote? ¿Qué bien tiene para compartir? El Bien de Cristo. “El bien que tenemos para proponer a los hermanos se expresa siempre en la exhortación: ¡Recibe a Cristo y Sigue a Cristo! No tenemos otro bien; pero nadie tiene un bien mayor para ofrecer”, decía el Papa Juan Pablo II a los sacerdotes. Un Bien, un Tesoro, que llevamos en nuestras pobres vasijas de barro.

<¿Cuál es la fortaleza del sacerdote? ¿Qué lo anima cada día, toda la vida? Transcribo un párrafo de una carta de un sacerdote:

“Lo que me da fuerzas, confianza, serenidad, es saber que no voy solo; Dios está conmigo, soy para una misión y la Mater me necesita. Es interesante sentir cómo tu vida es una misión, que no vives sólo para ti; y cuanto menos vives para ti tanto más se llena tu corazón de una fecunda libertad, convicción y serenidad.”

¿Cuál es el secreto del sacerdote? “El amor de María, Ella es la Madre tierna y fiel que nos da vida en Cristo; es la Maestra que nos enseña a amar a Cristo y a los hermanos; y es la Reina que vence en todas las batallas y guía nuestras vidas hacia Cristo. Somos sacerdotes, total posesión de Cristo y de María al servicio de nuestros hermanos.”

Pidamos por la fecundidad de sus vidas sacerdotales y que nos regale muchas y santas vocaciones, para gloria de Dios y para el bien de toda su Iglesia.

Un sacerdote santo, lleva a su comunidad a la santidad. Un sacerdote indiferente, lleva a la sociedad a la indiferencia. Un sacerdote equivocado, lleva a que la sociedad a tomar caminos equivocados" (Anónimo)